miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Marketing o aburrimiento?


Hace más o menos una semana leí un tuit en el que se hablaba de las investigaciones realizadas por un payo de cuyo nombre no quiero acordarme, como tampoco del título de su obra. Lo que llamó mi atención no fue tanto la temática como el objetivo: ¿era marketing o aburrimiento?

El buen hombre planteaba que el alto contenido en DMT (una sustancia psicotrópica), detectado en restos humanos mayas indicaría el origen pleyadiano de esos individuos. Tócate las maracas. DMT endógeno lo llama. ¡Ole tus lieslos!

Total, que siguiendo el tuit llegué al post titulado ¿Eran los mayas extraterrestres híbridos con una gran concentración de DMT en la sangre? de la web Pijamasurf. El título es algo sensacionalista, pero he de reconocer que la curiosidad me puede. Lo realmente interesante es que en la primera frase del post el bloguero nos dice que hablará sobre teorías estrafalarias, y sin embargo no faltaron los comentarios del tipo “sabía que pasaba algo extraño” “está claro que hay algo que falla”, etc, no así de literal pero entre picha van los huevos.

Como resultado, lo que en principio era motivo de risa acabó dejándome muerto. Sí, de nuevo me encontré con la comodidad. Y es que siempre es más cómo recurrir a dioses y extraterrestres creadores que hacer un par de carreras y formarse para investigar en serio (dotarse de las competencias necesarias que se dice hoy día). Dios y los extraterrestres no caben en una misma cabeza. La ciencia y el creador absoluto sí, pero más como camino de vida que como prisma para aprehender la realidad a partir de una determinada escala. Bueno, al menos sálvenme de quién lo pretenda en todas.

Sea como fuere al leer la entrada me acordé de esas bonitas historias que rulaban por internet hace unos años, 2007 o 2008 si mal no recuerdo, acerca de la existencia de un portal interdimensional o no sé qué clase de mierda parecida en el Golfo de Adén, circunstancia que explicaría para algunos por qué las flotas de países en conflicto participan de manera conjunta en la Operación Atalanta contra los piratas somalíes.

He intentado encontrar sin éxito aquel vídeo en el que un presunto ex-agente secreto lleno de tatuajes y con pinta de tener DMT en sangre hablaba de ello. Y hay tanta gente que se cree cualquier cosa, tantas y tantas personas con inquietudes que no tienen acceso a las fuentes y han de confiar en mediadores que resultan ser graciosillos de pacotilla... ¿o tal vez tanta gente que no hace el esfuerzo de ir a las fuentes o no es capaz de identificar a los graciosillos y sus gracias?

Queda claro que a lo largo de mi vida he leído demasiada caquita en internet. Mi único consuelo es que quiero creer que no me creo las estupideces, frase rebuscada que sólo encierra la consciente relatividad pasiva del consumidor actual.

Imagino que cualquier día veremos de nuevo el eco extraterrestre de la Operación Atalanta. Yo digo sin ningún pudor que me parece un buen argumento de ciencia ficción, tanto que lo copiaré para un pasaje de la segunda entrega de La Séptima Fase. Tal vez sea poco original, pero tal y como está el patio mejor que sepas la verdad por las yemas de mis dedos. No me gusta contribuir a que rulen rumores que confunden.

Recuerdo también aquel extraño video presentado por Iñaki Gabilondo que vi en la web Exociencia, aquel que me ralló la cabeza durante unos minutos hasta entender que se trataba de una campaña de publicidad para la película Battle Los Ángeles. ¿Porque era eso no? Es curioso que nunca he oído una critica sobre el mismo. Tendré que revisar mis fuentes.


¿Dónde está el límite? me pregunto. ¿Es marketing o aburrimiento? En mi modesta, humilde y personal opinión pienso que en el fondo hay miles de casos en los que sólo se trata de la necesidad de llamar la atención porque no se tiene vida propia. Y ojo, que soy consciente de que al decir esto estoy proyectando. Sí, podría poner varios ejemplos con posts de mi antiguo blog Astroynomia. Nadie está libre de culpa. La diferencia está en saber reconocerlo y saber reconocer que hay límites. Me lo repetiré en voz alta por si acaso: la diferencia está en saber reconocerlo y saber reconocer que hay límites


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