Hace
meses leí una opinión muy interesante, más bien un consejo sobre
cómo no elaborar la sinopsis de tu propia novela. Venía a decir
algo así como que el autor no debe dar demasiados detalles ni
escribir una especie de manual de instrucciones.
El
hecho es que hoy quiero hablarte de lo que hay detrás de la Séptima
Fase, no ya de Identidad, la primera entrega, sino del conjunto de la
saga. Hoy sé perfectamente que la primera novela no se escribe, se
caga, de ahí que tuviera que dedicarle tanto tiempo a corregir y
mejorar el contenido. Ahora, en pleno proceso de creación de la
segunda, veo que en cierto modo es una especie de producto diarréico
derivado de la primera. Me refiero a la rapidez con la que fluyen los
capítulos, claro.
Pero
lo más destacado es que llega el momento de cortar todos los flecos,
de centrarme en la arquitectura de las ideas, en el diseño previo de
cada capítulo. Evidentemente no voy a hablar de eso, sino del
trasfondo último, de mis intenciones, de mi objetivo, de lo que me
impulsa a seguir escribiendo aunque sólo lleve vendidos una decena
de ejemplares.
Y
quiero comenzar diciendo lo que perfectamente podría ser un resumen:
la Séptima Fase dista mucho de ser un alegato pacifista con final
feliz. En ella expreso mis preocupaciones y mis deseos, pero no
recurro a la ciencia ficción buscando un refugio en una realidad
paralela e irreal. No. Lo bueno ha de ocurrir aquí, en el mundo
real. El único problema al que me enfrento es que a veces el futuro
de la especie humana me parece demasiado incierto.
En
este sentido la novela constituye una invitación a reflexionar sobre
el futuro de la Tierra. Todo gira en torno a la mentalidad y las
actitudes de los seres humanos, especialmente en lo que se refiere a
la forma de relacionarnos entre nosotros mismos y con el resto de las
especies.
¿Y
cuáles son las actitudes y mentalidades de los seres humanos que
menos me gustan? Las resumo en todas aquellas que emanan de una misma
fuente de cuatro caños, de cuatro principios que parasitan nuestros
subconscientes, cuatro pilares sobre los que paradójicamente
cimentamos nuestras sociedades: el providencialismo, el
antropocentrismo, el proselitismo y el presentismo.
El
providencialismo en cuanto a la necesidad de creer en un ser supremo
que sirva como palanca para descargar de la conciencia nuestros
errores y malos actos.
El
antropocentrismo que nos hace actuar como auténticos depredadores,
como alimañas que no respetan su entorno.
El
proselitismo como vía para justificar la depredación del entorno,
de otras personas, estableciendo un entramado de complicidad que
permita el sostenimiento de los esquemas más beneficiosos para los
comunes.
El
presentismo en cuanto a que seres cuya esperanza de vida apenas
alcanza los 80 años se creen que todo es nuevo, que no hay historia,
que pueden actuar al margen de ella. Sí, es una buena forma de no
exigirse demasiado a uno mismo, y de mantener a ciegas a los demás
para poder manipularlos.
Mi
intención, reconozco que ambiciosa, es indagar en los procesos que
pueden emanar de estos planteamientos básicos, con el doble objetivo
de ver si no son más que paranoias mías o, en caso contrario, con
toda la ingenuidad del mundo, intentar que las personas seamos
conscientes de la necesidad de reformular esos cuatro cepos. ¿Por
qué? Porque de estar ahí los tendríamos tan interiorizados que nos
impiden dar un salto cualitativo como especie.
Y
es así como llegamos al concepto más importante de la saga: la
conciencia de especie.
Nadie
puede mejorar el mundo en solitario, y tampoco puede hacerse a nivel
colectivo si ni siquiera sabemos cuáles son las trabas que nos
impiden avanzar. Yo simplemente siento la necesidad de compartir mi
visión personal, de entablar ahora un monólogo ahora un diálogo
para conocer, desde la autocrítica, por qué y hacia dónde
avanzamos las personas.
Sí.
Es fácil entender que detrás de un concepto tan abstracto como el
de conciencia de especie se esconde el de la conciencia individual
hasta el punto de que los handicaps o pueden intercambiarse o son los
mismos en todo momento.
En el fondo yo no tengo muchas respuestas. No. La Séptima Fase es más bien una forma de perfilar las preguntas que me hago. Con todo, la mayoría de las veces se presentan de manera indirecta o metafórica. Si no fuera así, vaya coñazo de novela.
Entre
las ideas que subyacen en la historia me gustaría destacar las
siguientes:
-La
violencia como expresión de las contradicciones mentales que generan
las identidades erróneas.
-La
resistencia a asimilar con responsabilidad la naturalidad de la
existencia, nexo básico entre todas las especies.
-Las
religiones como canales que perpetúan el antropocentrismo,
monopolizando las necesidades espirituales y trascendentales de los
individuos hasta el punto de especular con ellas, impidiendo así el
desarrollo de una conciencia de especie, de una forma distinta de
percibirnos y de relacionarnos entre nosotros mismos y con el resto
de especies.
-El
proselitismo como producto de la no aceptación de la igualdad entre
los individuos, haciendo del presentismo la carrera del ignorante
contra la muerte y el olvido comunes, y una losa que lapida la
colectivización de cualquier tipo de responsabilidad.
-El
juego macabro de las oligarquías que se niegan a renunciar al poder,
y cuya estrategia para amortiguar las tensiones pasa por manejar la
asimetría como si de un acordeón se tratara.
-Cómo
la incapacidad de reflexionar e idear soluciones coherentes conducen
en muchas ocasiones al empleo de la violencia como catalizador para
alcanzar presuntas alternativas simétricas que en el fondo no son
más que presentistas y proselitistas.
Muchas
de estas ideas las abordo en un contexto "universal", y
quedan implícitas en el comportamiento de especies extraterrestres
imaginarias. Ahí si que la ciencia ficción me brinda la oportunidad
de tratar sin tapujos una gran cantidad de posturas.
Y
bueno, después de decir todo esto sólo puedo agradecerte que no
seas una de esas personas que escanean los post. También tengo la
esperanza (ingenuo de mi), de que al menos hayas podido palpar una
cosa: que cada autor tiene sus propias paranoias.
A
veces me hace gracia ver que alguien escribe sobre cómo se aborda
tal o cual aspecto en un género determinado, como si los géneros
tuvieran vida propia o detrás de cada obra se escondiera la misma
mentalidad. Pero si has llegado hasta aquí es porque ya lo sabías.
Para finalizar decir que todo esto sólo es mi postura, que no es necesario conocerla para entrar en la Séptima Fase. No. Si quieres, simplemente puedes leer y disfrutar de una saga de ciencia ficción con su fantasía y su toque de aventura espacial.